7 Y posad en aquella misma casa, comiendo y bebiendo lo que os dieren; porque el obrero digno es de su salario. No os paséis de casa en casa.
8 Y en cualquier ciudad donde entréis, y os recibieren, comed lo que os pusieren delante;
9 y sanad los enfermos que en ella hubiere, y decidles: Se ha llegado a vosotros el Reino de Dios.
10 Mas en cualquier ciudad donde entréis, y no os recibieren, saliendo por sus calles, decid:
11 Aun el polvo que se nos ha pegado de vuestra ciudad sacudimos en vosotros; pero esto sabed, que el Reino de los cielos se ha llegado a vosotros.
12 Y os digo que los de Sodoma tendrán más remisión aquel día, que aquella ciudad.
13 ¡Ay de ti, Corazín! ¡Ay de ti, Betsaida! Que si en Tiro y en Sidón hubieran sido hechas las virtudes que se han hecho en vosotras, hace ya días que, sentados en cilicio y ceniza, se habrían arrepentido.
14 Por tanto, Tiro y Sidón tendrán más remisión que vosotras en el juicio.
15 Y tú, Capernaum, que hasta los cielos estás levantada, hasta los infiernos serás abajada.
16 El que a vosotros oye, a mí oye; y el que a vosotros desecha, a mí desecha; y el que a mí desecha, desecha al que me envió.
17 Y volvieron los setenta con gozo, diciendo: Señor, aun los demonios se nos sujetan en tu nombre.
18 Y les dijo: Yo veía a Satanás, como un rayo que caía del cielo.
19 He aquí os doy potestad de hollar sobre serpientes y sobre escorpiones, y sobre toda fuerza del enemigo, y nada os dañará.
20 Mas no os gocéis de esto, que los espíritus se os sujetan; antes gozaos de que vuestros nombres están escritos en los cielos.
21 En aquella misma hora Jesús se alegró en espíritu, y dijo: Te confieso, oh Padre, Señor del cielo y de la tierra, que escondiste estas cosas a los sabios y entendidos, y las has revelado a los pequeños; así, Padre, porque así te agradó.
22 Todas las cosas me son entregadas de mi Padre; y nadie sabe quién sea el Hijo sino el Padre; ni quién sea el Padre, sino el Hijo, y a quien el Hijo lo quisiere revelar.
23 Y vuelto particularmente a sus discípulos, dijo: Bienaventurados los ojos que ven lo que vosotros veis;
24 porque os digo que muchos profetas y reyes desearon ver lo que vosotros veis, y no lo vieron; y oír lo que oís, y no lo oyeron.
25 Y he aquí, un doctor de la ley se levantó, tentándole y diciendo: Maestro, ¿haciendo qué cosa heredaré la vida eterna?
26 Y él dijo: ¿Qué está escrito de la ley? ¿Cómo lees?
27 Y él respondiendo, dijo: Amarás al Señor tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y de todas tus fuerzas, y de todo tu entendimiento; y a tu prójimo como a ti mismo.
28 Y le dijo: Bien has respondido; haz esto, y vivirás.
29 Mas él, queriéndose justificar a sí mismo, dijo a Jesús: ¿Y quién es mi prójimo?
30 Y respondiendo Jesús, dijo: Un hombre descendía de Jerusalén a Jericó, y cayó entre ladrones, los cuales le despojaron; e hiriéndole, se fueron, dejándole medio muerto.
31 Y aconteció, que descendió un sacerdote por el mismo camino, y viéndole, pasó de lado.
32 Y asimismo un levita, llegando cerca de aquel lugar, y viéndole, pasó de lado.
33 Y un samaritano que transitaba, viniendo cerca de él, y viéndole, fue movido a misericordia;
34 y llegándose, vendó sus heridas, echándoles aceite y vino; y poniéndole sobre su cabalgadura, le llevó a un mesón, y lo curó.
35 Y otro día al partir, sacó dos denarios, y los dio al huésped, y le dijo: Cúralo; y todo lo que gastares de más, cuando yo vuelva te lo pagaré.
36 ¿Quién, pues, de estos tres te parece que fue el prójimo de aquel que cayó entre ladrones?
37 Y él dijo: El que usó con él de misericordia. Entonces Jesús le dijo: Ve, y haz tú lo mismo.
38 Y aconteció que yendo, entró él en una aldea; y una mujer llamada Marta, le recibió en su casa.
39 Y ésta tenía una hermana que se llamaba María, la cual sentándose a los pies de Jesús, oía su palabra.
40 Pero Marta se distraía en muchos servicios; y sobreviniendo, dice: Señor, ¿no tienes cuidado que mi hermana me deja servir sola? Dile pues, que me ayude.
41 Pero respondiendo Jesús, le dijo: Marta, Marta, cuidadosa estás, y con las muchas cosas estás turbada;
42 pero sólo una cosa es necesaria; y María escogió la buena parte, la cual no le será quitada.

La Biblia de las Américas (Español) BLA

Lucas 10:7 Permaneced entonces en esa casa, comiendo y bebiendo lo que os den; porque el obrero es digno de su salario. No os paséis de casa en casa.

English Standard Version ESV

Luke 10:7 And remain in the same house, eating and drinking what they provide, for the laborer deserves his wages. Do not go from house to house.

La Biblia del Jubileo 2000 JBS

Lucas 10:7 Y posad en aquella misma casa, comiendo y bebiendo lo que os dieren; porque el obrero digno es de su salario. No os paséis de casa en casa

King James Version KJV

New King James Version NKJV

Luke 10:7 And remain in the same house, eating and drinking such things as they give, for the laborer is worthy of his wages. Do not go from house to house.

Nueva Traducción Viviente NTV

Lucas 10:7 No cambien de una casa a otra. Quédense en un lugar, coman y beban lo que les den. No duden en aceptar la hospitalidad, porque los que trabajan merecen recibir su salario.

Nueva Versión Internacional NVI

Lucas 10:7 Quédense en esa casa, y coman y beban de lo que ellos tengan, porque el trabajador tiene derecho a su sueldo. No anden de casa en casa.

La Biblia Reina-Valera (Español) RVR

Lucas 10:7 Y posad en aquella misma casa, comiendo y bebiendo lo que os dieren; porque el obrero digno es de su salario. No os paséis de casa en casa.

Herramientas de Estudio para Lucas 10:7-42