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Y aconteció, que al octavo día vinieron para circuncidar al niño; y le llamaban con el nombre de su padre, Zacarías.
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Y respondiendo su madre, dijo: No; sino Juan será llamado.
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Y le dijeron: ¿Por qué ? Nadie hay en tu parentela que se llame con este nombre.
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Y hablaron por señas a su padre, cómo le quería llamar.
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Y demandando la tablilla, escribió, diciendo: Juan es su nombre. Y todos se maravillaron.
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Y luego fue abierta su boca y su lengua, y habló bendiciendo a Dios.
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Y hubo temor sobre todos los vecinos de ellos; y en todas las montañas de Judea fueron divulgadas todas estas cosas.
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Y todos los que las oían, las conservaban en su corazón, diciendo: ¿Quién será este niño? Y la mano del Señor estaba con él.
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Y Zacarías su padre fue lleno del Espíritu Santo, y profetizó, diciendo:
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Bendito el Señor Dios de Israel, que ha visitado y hecho redención a su pueblo,
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y nos alzó el cuerno de salud en la Casa de David su siervo,
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como habló por boca de los santos que fueron desde el principio, sus profetas:
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Salvación de nuestros enemigos, y de mano de todos los que nos aborrecieron;
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para hacer misericordia con nuestros padres, y acordándose de su santo testamento;
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del juramento que hizo a Abraham nuestro padre, que nos había de dar,
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que sin temor librados de nuestros enemigos, le serviríamos
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en santidad y en justicia delante de él, todos los días de nuestra vida.
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Y tú, niño: profeta del Altísimo serás llamado; porque irás delante de la faz del Señor, para aparejar sus caminos;
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dando conocimiento de salud a su pueblo, para remisión de sus pecados,
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por las entrañas de misericordia de nuestro Dios, con que nos visitó de lo alto el amanecer,
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para dar luz a los que habitan en tinieblas y en sombra de muerte; para encaminar nuestros pies por camino de paz.