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Y cuando se cumplieron los días de su servicio sacerdotal, regresó a su casa.
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Y después de estos días, Elisabet su mujer concibió, y se recluyó por cinco meses, diciendo:
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Así ha obrado el Señor conmigo en los días en que se dignó mirarme para quitar mi afrenta entre los hombres.
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Y al sexto mes, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret,
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a una virgen desposada con un hombre que se llamaba José, de los descendientes de David; y el nombre de la virgen era María.
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Y entrando el ángel, le dijo: ¡Salve, muy favorecida! El Señor está contigo; bendita eres tú entre las mujeres.
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Pero ella se turbó mucho por estas palabras, y se preguntaba qué clase de saludo sería éste.
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Y el ángel le dijo: No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios.
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Y he aquí, concebirás en tu seno y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús.
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Este será grande y será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de su padre David;
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y reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin.
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Entonces María dijo al ángel: ¿Cómo será esto, puesto que soy virgen?
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Respondiendo el ángel, le dijo: El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso lo santo que nacerá será llamado Hijo de Dios.
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Y he aquí, tu parienta Elisabet en su vejez también ha concebido un hijo; y este es el sexto mes para ella, la que llamaban estéril.
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Porque ninguna cosa será imposible para Dios.
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Entonces María dijo: He aquí la sierva del Señor; hágase conmigo conforme a tu palabra. Y el ángel se fue de su presencia.
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En esos días María se levantó y fue apresuradamente a la región montañosa, a una ciudad de Judá;
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y entró en casa de Zacarías y saludó a Elisabet.
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Y aconteció que cuando Elisabet oyó el saludo de María, la criatura saltó en su vientre; y Elisabet fue llena del Espíritu Santo,
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y exclamó a gran voz y dijo: ¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre!
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¿Por qué me ha acontecido esto a mí, que la madre de mi Señor venga a mí?