23
Grande es su fidelidad;
sus misericordias son nuevas cada mañana.
24
Me digo: «El Señor
es mi herencia,
por lo tanto, ¡esperaré en él!».
25
El Señor
es bueno con los que dependen de él,
con aquellos que lo buscan.
26
Por eso es bueno esperar en silencio
la salvación que proviene del Señor
.
27
Y es bueno que todos se sometan desde temprana edad
al yugo de su disciplina:
28
que se queden solos en silencio
bajo las exigencias del Señor
.
29
Que se postren rostro en tierra
pues quizá por fin haya esperanza.
30
Que vuelvan la otra mejilla a aquellos que los golpean
y que acepten los insultos de sus enemigos.
31
Pues el Señor no abandona
a nadie para siempre.
32
Aunque trae dolor, también muestra compasión
debido a la grandeza de su amor inagotable.
33
Pues él no se complace en herir a la gente
o en causarles dolor.
34
Si la gente pisotea
a todos los prisioneros de la tierra,
35
si privan a otros de sus derechos,
desafiando al Altísimo,
36
si tuercen la justicia en los tribunales,
¿acaso no ve el Señor todas estas cosas?
37
¿Quién puede ordenar que algo suceda
sin permiso del Señor
?
38
¿No envía el Altísimo
tanto calamidad como bien?
39
Entonces, ¿por qué nosotros, simples humanos,
habríamos de quejarnos cuando somos castigados por nuestros pecados?
40
En cambio, probemos y examinemos nuestros caminos
y volvamos al Señor
.
41
Levantemos nuestro corazón y nuestras manos
al Dios del cielo y digamos:
42
«Hemos pecado y nos hemos rebelado,
y no nos has perdonado.
43
»Nos envolviste en tu enojo, nos perseguiste
y nos masacraste sin misericordia.
44
Te escondiste en una nube
para que nuestras oraciones no pudieran llegar a ti.
45
Nos desechaste como a basura y como a desperdicio
entre las naciones.
46
»Todos nuestros enemigos
se han pronunciado en contra de nosotros.
47
Estamos llenos de miedo,
porque nos encontramos atrapados, destruidos y arruinados».
48
¡Ríos de lágrimas brotan de mis ojos
por la destrucción de mi pueblo!
49
Mis lágrimas corren sin cesar;
no pararán
50
hasta que el Señor
mire
desde el cielo y vea.
51
Se me destroza el corazón
por el destino de todas las mujeres de Jerusalén.
52
Mis enemigos, a quienes nunca les hice daño,
me persiguen como a un pájaro.
53
Me arrojaron a un hoyo
y dejaron caer piedras sobre mí.