7
El hombre se levantó para irse, pero su suegro insistió, de modo que pasó allí la noche otra vez.
8
Y al quinto día se levantó muy de mañana para irse, y el padre de la joven dijo: Aliméntate, te ruego, y espera hasta la tarde; y los dos comieron.
9
Cuando el hombre se levantó para irse con su concubina y su criado, su suegro, el padre de la joven, le dijo: He aquí, ya ha declinado el día; te ruego que pases la noche. Mira, el día llega a su fin; pasa la noche aquí para que se alegre tu corazón. Y mañana os levantaréis temprano para vuestro viaje y te irás a tu casa.
10
Pero el hombre no quiso pasar la noche, así que se levantó y partió, y fue hasta un lugar frente a Jebús, es decir, Jerusalén. Y estaban con él un par de asnos aparejados; también con él estaba su concubina.
11
Cuando estaban cerca de Jebús, el día casi había declinado; y el criado dijo a su señor: Te ruego que vengas, nos desviemos, y entremos en esta ciudad de los jebuseos y pasemos la noche en ella.
12
Pero su señor le dijo: No nos desviaremos para entrar en la ciudad de extranjeros que no son de los hijos de Israel, sino que iremos hasta Guibeá.
13
Y dijo a su criado: Ven, acerquémonos a uno de estos lugares; y pasaremos la noche en Guibeá o en Ramá.
14
Así que pasaron de largo y siguieron su camino, y el sol se puso sobre ellos cerca de Guibeá que pertenece a Benjamín.
15
Y se desviaron allí para entrar y alojarse en Guibeá. Cuando entraron, se sentaron en la plaza de la ciudad porque nadie los llevó a su casa para pasar la noche.
16
Entonces, he aquí, un anciano venía de su trabajo del campo al anochecer. Y el hombre era de la región montañosa de Efraín y se alojaba en Guibeá, pero los hombres del lugar eran benjamitas.
17
Y alzó sus ojos y vio al viajero en la plaza de la ciudad; y el anciano dijo: ¿A dónde vas y de dónde vienes?
18
Y él le dijo: Estamos pasando de Belén de Judá a la parte más remota de la región montañosa de Efraín, pues soy de allí. Fui hasta Belén de Judá, y ahora voy a mi casa , pero no hay quien me reciba en su casa.
19
Sin embargo, tenemos paja y forraje para nuestros asnos, y también pan y vino para mí, para tu sierva y para el joven que está con tu siervo; no nos falta nada.
20
Y el anciano dijo: Paz sea contigo. Permíteme suplir todas tus necesidades; pero no pases la noche en la plaza.
21
Y lo llevó a su casa y dio forraje a los asnos; y ellos se lavaron los pies, comieron y bebieron.
22
Mientras ellos se alegraban, he aquí, los hombres de la ciudad, hombres perversos , rodearon la casa; y golpeando la puerta, hablaron al dueño de la casa, al anciano, diciendo: Saca al hombre que entró en tu casa para que tengamos relaciones con él.
23
Entonces el hombre, el dueño de la casa, salió a ellos y les dijo: No, hermanos míos, no os portéis tan vilmente; puesto que este hombre ha entrado en mi casa, no cometáis esta infamia.
24
Aquí está mi hija virgen y la concubina de él. Permitidme que las saque para que abuséis de ellas y hagáis con ellas lo que queráis, pero no cometáis semejante infamia contra este hombre.
25
Pero los hombres no quisieron escucharle, así que el levita tomó a su concubina y la trajo a ellos. Y ellos la ultrajaron y abusaron de ella toda la noche hasta la mañana; entonces la dejaron libre al amanecer.
26
Cuando amanecía, la mujer vino y cayó a la entrada de la casa del hombre donde estaba su señor hasta que se hizo de día.
27
Al levantarse su señor por la mañana, abrió las puertas de la casa y salió para seguir su camino, y he aquí que su concubina estaba tendida a la entrada de la casa, con sus manos en el umbral.