35
Entonces los judíos dijeron entre sí: ¿A dónde se ha de ir éste que no le hallemos? ¿Se ha de ir a los esparcidos entre los griegos, y a enseñar a los griegos?
36
¿Qué dicho es éste que dijo: Me buscaréis, y no me hallaréis; y donde yo estaré, vosotros no podréis venir?
37
Mas en el postrer día, el día grande de la Fiesta, se puso de pie y clamó, diciendo: Si alguno tiene sed, venga a mí y beba.
38
El que cree en mí, como dice la Escritura, ríos de agua viva correrán de su vientre.
39
(Y esto dijo del Espíritu que habían de recibir los que creyesen en él; porque aún no era dado el Espíritu Santo, porque Jesús aún no era glorificado.)
40
Entonces muchos del pueblo, oyendo este dicho, decían: Verdaderamente éste es el profeta.
41
Otros decían: Este es el Cristo. Algunos sin embargo decían: ¿De Galilea ha de venir el Cristo?
42
¿No dice la Escritura, que de la simiente de David, y de la aldea de Belén, de donde era David, vendrá el Cristo?
43
Así que había disensión entre el pueblo por él.
44
Y algunos de ellos querían prenderle; mas ninguno echó sobre él manos.
45
Y los servidores vinieron a los sumo sacerdotes y a los fariseos; y ellos les dijeron: ¿Por qué no le trajisteis?
46
Los servidores respondieron: Nunca ha hablado nadie así como este hombre.
47
Entonces los fariseos les respondieron: ¿Habéis sido también vosotros engañados?
48
¿Ha creído en él alguno de los príncipes, o de los fariseos?
49
Sino este pueblo que no sabe la ley, malditos son.
50
Les dice Nicodemo (el que vino a él de noche, el cual era uno de ellos):
51
¿Nuestra ley juzga por ventura a hombre, si primero no oyere de él, y entendiere lo que ha hecho?
52
Respondieron y le dijeron: ¿No eres tú también galileo? Escudriña y ve que de Galilea nunca se levantó profeta.
53
Y se fue cada uno a su casa.