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Al atardecer, sus discípulos descendieron al mar,
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y subiendo en una barca, se dirigían al otro lado del mar, hacia Capernaúm. Ya había oscurecido, y Jesús todavía no había venido a ellos;
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y el mar estaba agitado porque soplaba un fuerte viento.
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Cuando habían remado unos veinticinco o treinta estadios , vieron<***> a Jesús caminando sobre el mar y acercándose a la barca; y se asustaron.
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Pero El les dijo<***>: Soy yo; no temáis.
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Entonces ellos querían recibirle en la barca, e inmediatamente la barca llegó a la tierra adonde iban.
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Al día siguiente, la multitud que había quedado al otro lado del mar se dio cuenta de que allí no había más que una barca, y que Jesús no había entrado en ella con sus discípulos, sino que sus discípulos se habían ido solos.
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Vinieron otras barcas de Tiberias cerca del lugar donde habían comido el pan después de que el Señor había dado gracias.
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Por tanto, cuando la gente vio que Jesús no estaba allí, ni tampoco sus discípulos, subieron a las barcas y se fueron a Capernaúm buscando a Jesús.
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Cuando le hallaron al otro lado del mar, le dijeron: Rabí, ¿cuándo llegaste acá?
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Jesús les respondió y dijo: En verdad, en verdad os digo: me buscáis, no porque hayáis visto señales, sino porque habéis comido de los panes y os habéis saciado.
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Trabajad, no por el alimento que perece, sino por el alimento que permanece para vida eterna, el cual el Hijo del Hombre os dará, porque a éste es a quien el Padre, Dios, ha marcado con su sello.
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Entonces le dijeron: ¿Qué debemos hacer para poner en práctica las obras de Dios?
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Respondió Jesús y les dijo: Esta es la obra de Dios: que creáis en el que El ha enviado.
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Le dijeron entonces: ¿Qué, pues, haces tú como señal para que veamos y te creamos? ¿Qué obra haces?
31
Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: "LES DIO A COMER PAN DEL CIELO."
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Entonces Jesús les dijo: En verdad, en verdad os digo: no es Moisés el que os ha dado el pan del cielo, sino que es mi Padre el que os da el verdadero pan del cielo.
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Porque el pan de Dios es el que baja del cielo, y da vida al mundo.
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Entonces le dijeron: Señor, danos siempre este pan.
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Jesús les dijo: Yo soy el pan de la vida; el que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí nunca tendrá sed.
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Pero ya os dije que aunque me habéis visto, no creéis.
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Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí; y al que viene a mí, de ningún modo lo echaré fuera.
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Porque he descendido del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió.
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Y esta es la voluntad del que me envió: que de todo lo que El me ha dado yo no pierda nada, sino que lo resucite en el día final.
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Porque esta es la voluntad de mi Padre: que todo aquel que ve al Hijo y cree en El, tenga vida eterna, y yo mismo lo resucitaré en el día final.
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Por eso los judíos murmuraban de El, porque había dicho: Yo soy el pan que descendió del cielo.
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Y decían: ¿No es éste Jesús, el hijo de José, cuyo padre y madre nosotros conocemos? ¿Cómo es que ahora dice: "Yo he descendido del cielo"?
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Respondió Jesús y les dijo: No murmuréis entre vosotros.
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Nadie puede venir a mí si no lo trae el Padre que me envió, y yo lo resucitaré en el día final.
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Escrito está en los profetas: "Y TODOS SERAN ENSEÑADOS POR DIOS." Todo el que ha oído y aprendido del Padre, viene a mí.
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No es que alguien haya visto al Padre; sino aquel que viene de Dios, éste ha visto al Padre.
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En verdad, en verdad os digo: el que cree, tiene vida eterna.
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Yo soy el pan de la vida.
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Vuestros padres comieron el maná en el desierto, y murieron.
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Este es el pan que desciende del cielo, para que el que coma de él, no muera.