3
Entonces María tomó una libra de ungüento de nardo líquido, de mucho precio, y ungió los pies de Jesús, y limpió sus pies con sus cabellos; y la casa se llenó del olor del ungüento.
4
Y dijo uno de sus discípulos, Judas Iscariote, hijo de Simón, el que le había de entregar:
5
¿Por qué no se ha vendido este ungüento por trescientos denarios, y se dio a los pobres?
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Mas dijo esto, no por el cuidado que él tenía de los pobres, sino porque era ladrón, y tenía la bolsa, y sustraía de lo que se echaba en ella .
7
Entonces Jesús dijo: Déjala; para el día de mi sepultura ha guardado esto;
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porque a los pobres siempre los tenéis con vosotros, mas a mí no siempre me tendréis.
9
Entonces muchos del pueblo de los judíos supieron que él estaba allí; y vinieron no solamente por causa de Jesús, sino también por ver a Lázaro, al cual había resucitado de los muertos.
10
Consultaron asimismo los príncipes de los sacerdotes, sobre matar también a Lázaro;
11
porque muchos de los judíos iban y creían en Jesús por causa de él.
12
El siguiente día, la multitud que había venido al día de la Fiesta, cuando oyeron que Jesús venía a Jerusalén,
13
tomaron ramos de palmas, y salieron a recibirle, y clamaban: ¡Hosanna, Bendito el que viene en el Nombre del Señor, el Rey de Israel!