8
Y será que cuando hayáis tomado la ciudad, le prenderéis fuego. Lo haréis conforme a la palabra del SEÑOR. Mirad que yo os lo he mandado.
9
Josué los envió, y fueron al lugar de la emboscada y se quedaron entre Betel y Hai, al occidente de Hai; pero Josué pasó la noche entre el pueblo.
10
Y se levantó Josué muy de mañana, pasó revista al pueblo y subió con los ancianos de Israel frente al pueblo de Hai.
11
Entonces todos los hombres de guerra que estaban con él subieron y se acercaron, y llegaron frente a la ciudad, y acamparon al lado norte de Hai. Y había un valle entre él y Hai.
12
Tomó unos cinco mil hombres y los puso en emboscada entre Betel y Hai, al occidente de la ciudad.
13
Y apostaron al pueblo: todo el ejército que estaba al norte de la ciudad, y su retaguardia que estaba al occidente de la ciudad. Y Josué pasó aquella noche en medio del valle.
14
Y aconteció que al ver esto el rey de Hai, los hombres de la ciudad se apresuraron, se levantaron temprano y salieron para enfrentarse a Israel en batalla, él y todo su pueblo, en el lugar señalado frente a la llanura del desierto; pero no sabía que había una emboscada contra él por detrás de la ciudad.
15
Y Josué y todo Israel se fingieron vencidos delante de ellos, y huyeron camino del desierto.
16
Y todo el pueblo que estaba en la ciudad fue llamado para perseguirlos, y persiguieron a Josué, y se alejaron de la ciudad.
17
No quedó hombre en Hai o Betel que no saliera tras Israel, y dejaron la ciudad sin protección por perseguir a Israel.
18
Entonces el SEÑOR dijo a Josué: Extiende la jabalina que está en tu mano hacia Hai, porque la entregaré en tu mano. Y extendió Josué hacia la ciudad la jabalina que estaba en su mano.
19
Y los que estaban emboscados se levantaron rápidamente de su lugar, y corrieron cuando él extendió su mano, entraron en la ciudad y se apoderaron de ella, y se apresuraron a prender fuego a la ciudad.
20
Cuando los hombres de Hai se volvieron y miraron, he aquí, el humo de la ciudad subía al cielo, y no tenían lugar adónde huir, ni por un lado ni por otro, porque el pueblo que iba huyendo hacia el desierto se volvió contra sus perseguidores.
21
Al ver Josué y todo Israel que los emboscados habían tomado la ciudad y que el humo de la ciudad subía, se volvieron y mataron a los hombres de Hai.
22
Y los otros salieron de la ciudad a su encuentro así que los de Hai quedaron en medio de Israel, unos por un lado y otros por el otro; y los mataron hasta no quedar de ellos sobreviviente ni fugitivo.
23
Pero tomaron vivo al rey de Hai, y lo trajeron a Josué.
24
Y sucedió que cuando Israel acabó de matar a todos los habitantes de Hai en el campo y en el desierto, adonde ellos los habían perseguido y todos habían caído a filo de espada hasta ser exterminados, todo Israel volvió a Hai y la hirieron a filo de espada.
25
Y todos los que cayeron aquel día, tanto hombres como mujeres, fueron doce mil; todo el pueblo de Hai.
26
Josué no retiró su mano con la cual tenía extendida la jabalina, hasta que hubo destruido por completo a todos los habitantes de Hai.
27
Sólo el ganado y los despojos de aquella ciudad tomó para sí Israel como botín, conforme a la palabra que el SEÑOR había ordenado a Josué.
28
Y quemó Josué a Hai y la convirtió en un montón de ruinas para siempre, en una desolación hasta el día de hoy.
29
Y colgó al rey de Hai en un árbol hasta la tarde; y a la puesta del sol Josué dio orden que bajaran su cadáver del árbol; lo arrojaron a la entrada de la puerta de la ciudad y levantaron sobre él un gran montón de piedras que permanece hasta el día de hoy.
30
Entonces edificó Josué un altar al SEÑOR, Dios de Israel, en el monte Ebal,
31
tal como Moisés, siervo del SEÑOR, había ordenado a los hijos de Israel, como está escrito en el libro de la ley de Moisés, un altar de piedras sin labrar, sobre las cuales nadie había alzado herramienta de hierro; y sobre él ofrecieron holocaustos al SEÑOR, y sacrificaron ofrendas de paz.
32
Y escribió allí, sobre las piedras, una copia de la ley que Moisés había escrito, en presencia de los hijos de Israel.
33
Todo Israel, con sus ancianos, oficiales y jueces, estaba de pie a ambos lados del arca delante de los sacerdotes levitas que llevaban el arca del pacto del SEÑOR, tanto el forastero como el nativo. La mitad de ellos estaba frente al monte Gerizim, y la otra mitad frente al monte Ebal, tal como Moisés, siervo del SEÑOR, había ordenado la primera vez, para que bendijeran al pueblo de Israel.
34
Después Josué leyó todas las palabras de la ley, la bendición y la maldición, conforme a todo lo que está escrito en el libro de la ley.
35
No hubo ni una palabra de todo lo que había ordenado Moisés que Josué no leyera delante de toda la asamblea de Israel, incluyendo las mujeres, los niños y los forasteros que vivían entre ellos.