8
El solo extiende los cielos, y anda sobre las alturas del mar.
9
El que hizo la Osa, y el Orión, y las Pléyades, y los lugares secretos del mediodía;
10
el que hace cosas grandes e incomprensibles, y maravillosas, sin número.
11
He aquí que él pasará delante de mí, y yo no lo veré; y pasará, y no lo entenderé.
12
He aquí, arrebatará; ¿quién le hará restituir? ¿Quién le dirá: Qué haces?
13
Dios no tornará atrás su ira, y debajo de él se encorvan los que ayudan a la soberbia.
14
¿Cuánto menos le responderé yo, y eligiré mis palabras con él?
15
Que aunque yo sea justo, no responderé; antes habré de rogar a mi juez.
16
Que si yo le invocase, y él me respondiese, aún no creeré que haya escuchado mi voz.
17
Porque me ha quebrado con tempestad, y ha aumentado mis heridas sin causa.
18
Que aún no me ha concedido que tome mi aliento; mas me ha llenado de amarguras.
19
Si habláramos de su potencia, fuerte por cierto es; si de su juicio, ¿quién me emplazará?
20
Si yo me justificare, me condenará mi boca; si me predicare perfecto, él me hará inicuo.
21
Si yo me predicare imperfecto, no conozco mi alma; condenaré mi vida.
22
Una cosa resta es a saber que yo diga: Al perfecto y al impío él los consume.
23
Si es azote, mate de presto, y no se ría de la prueba de los inocentes.
24
La tierra es entregada en manos de los impíos, y él cubre el rostro de sus jueces. Si no es él el que lo hace , ¿quién es? ¿Dónde está?
25
Mis días han sido más ligeros que un correo; huyeron, y nunca vieron bien.
26
Pasaron con los navíos de Ebeh; o como el águila que se arroja a la presa.
27
Si digo: Quiero olvidar mi queja, dejaré mi aburrimiento, y me esforzaré.
28
Temo todos mis trabajos; sé que no me perdonarás.
29
Si yo soy impío, ¿para qué trabajaré en vano?
30
Aunque me lave con aguas de nieve, y aunque limpie mis manos con la misma limpieza,
31
aún me hundirás en el hoyo; y mis propios vestidos me abominarán.
32
Porque no es hombre como yo, para que yo le responda, y vengamos juntamente a juicio.
33
No hay entre nosotros árbitro que ponga su mano sobre nosotros ambos.
34
Quite de sobre mí su verdugo, y su terror no me perturbe.
35
Y hablaré, y no le temeré; porque en este estado no estoy en mí.