2
En verdad yo sé que es así, pero ¿cómo puede un hombre ser justo delante de Dios?
3
Si alguno quisiera contender con El, no podría contestarle ni una vez entre mil.
4
Sabio de corazón y robusto de fuerzas, ¿quién le ha desafiado sin sufrir daño?
5
El es el que remueve los montes, y éstos no saben cómo cuando los vuelca en su furor;
6
el que sacude la tierra de su lugar, y sus columnas tiemblan;
7
el que manda al sol que no brille, y pone sello a las estrellas;
8
el que solo extiende los cielos, y holla las olas del mar;
9
el que hace la Osa, el Orión y las Pléyades, y las cámaras del sur;
10
el que hace grandes cosas, inescrutables, y maravillas sin número.
11
Si El pasara junto a mí, no le vería; si me pasara adelante, no le percibiría.
12
Si El arrebatara algo, ¿quién le estorbaría? Quién podrá decirle: "¿Qué haces?"
13
Dios no retirará su ira; debajo de El se abaten los que ayudan a Rahab.
14
¿Cómo puedo yo responderle, y escoger mis palabras delante de El?
15
Porque aunque yo tuviera razón, no podría responder; tendría que implorar la misericordia de mi juez.
16
Si yo llamara y El me respondiera, no podría creer que escuchara mi voz.
17
Porque El me quebranta con tempestad, y sin causa multiplica mis heridas.
18
No me permite cobrar aliento, sino que me llena de amarguras.
19
Si es cuestión de poder, he aquí, El es poderoso; y si es cuestión de justicia, ¿quién le citará?
20
Aunque soy justo, mi boca me condenará; aunque soy inocente , El me declarará culpable.
21
Inocente soy, no hago caso de mí mismo, desprecio mi vida.
22
Todo es lo mismo, por tanto digo: "El destruye al inocente y al malvado."
23
Si el azote mata de repente, El se burla de la desesperación del inocente.
24
La tierra es entregada en manos de los impíos; El cubre el rostro de sus jueces; si no es El, ¿quién será?
25
Mis días son más ligeros que un corredor; huyen, no ven el bien.
26
Se deslizan como barcos de juncos, como águila que se arroja sobre su presa.
27
Aunque yo diga: "Olvidaré mi queja, cambiaré mi triste semblante y me alegraré",
28
temeroso estoy de todos mis dolores, sé que tú no me absolverás.
29
Si soy impío, ¿para qué, pues, esforzarme en vano?
30
Si me lavara con nieve y limpiara mis manos con lejía,
31
aun así me hundirías en la fosa, y mis propios vestidos me aborrecerían.
32
Porque El no es hombre como yo, para que le responda, para que juntos vengamos a juicio.