8
¡Quién me diera que viniese mi petición, Y que Dios me otorgase lo que espero;
9
Y que pluguiera á Dios quebrantarme; Que soltara su mano, y me deshiciera!
10
Y sería aún mi consuelo, Si me asaltase con dolor sin dar más tregua, Que yo no he escondido las palabras del Santo.
11
¿Cuál es mi fortaleza para esperar aún? ¿Y cuál mi fin para dilatar mi vida?
12
¿Es mi fortaleza la de las piedras? ¿O mi carne, es de acero?
13
¿No me ayudo cuanto puedo, Y el poder me falta del todo?
14
El atribulado es consolado de su compañero: Mas hase abandonado el temor del Omnipotente.
15
Mis hermanos han mentido cual arroyo: Pasáronse como corrientes impetuosas,
16
Que están escondidas por la helada, Y encubiertas con nieve;
17
Que al tiempo del calor son deshechas, Y en calentándose, desaparecen de su lugar;
18
Apártanse de la senda de su rumbo, Van menguando y piérdense.