2
¡Oh, si pesaren al justo mi queja y mi tormento, y se alzaren igualmente en balanza
3
Porque mi tormento pesaría más que la arena del mar; y por tanto mis palabras son tragadas
4
Porque las saetas del Todopoderoso están en mí, cuyo veneno bebe mi espíritu; y terrores de Dios me combaten
5
¿Acaso gime el asno montés junto a la hierba? ¿Muge el buey junto a su pasto
6
¿Por ventura se comerá lo desabrido sin sal? ¿O habrá gusto en la clara del huevo
7
Las cosas que mi alma no quería tocar antes, ahora por los dolores son mi comida
8
¡Quién me diera que viniera mi petición, y que Dios me diera lo que espero
9
y que quisiera Dios quebrantarme; y que soltara su mano, y me despedazare
10
Y en esto crecería aún consolación, si me asare con dolor sin haber misericordia; no que haya contradicho las palabras del que es Santo
11
¿Cuál es mi fortaleza para esperar aún? ¿Y cuál mi fin para dilatar mi vida
12
¿Es mi fortaleza la de las piedras? O mi carne, ¿es de acero
13
¿No me ayudo cuanto puedo, y con todo eso el poder me falta del todo
14
El atribulado merece recibir misericordia de su compañero; pero se ha abandonado el temor del Omnipotente
15
Mis hermanos me han mentido como arroyo; se pasaron como las riberas impetuosas
16
que están escondidas por la helada, y encubiertas con nieve
17
Que al tiempo del calor son deshechas, y calentándose, desaparecen de su lugar
18
apártanse de las sendas de su camino, suben en vano y se pierden
19
Las miraron los caminantes de Temán, los caminantes de Sabá esperaron en ellas
20
pero fueron avergonzados por su esperanza; porque vinieron hasta ellas, y se hallaron confusos
21
Ahora ciertamente vosotros sois como ellas; que habéis visto el tormento, y teméis
22
¿Os he dicho yo: Traedme, y pagad por mí de vuestra hacienda