10
Y sería aún mi consuelo, Si me asaltase con dolor sin dar más tregua, Que yo no he escondido las palabras del Santo.
11
¿Cuál es mi fortaleza para esperar aún? ¿Y cuál mi fin para dilatar mi vida?
12
¿Es mi fortaleza la de las piedras? ¿O mi carne, es de acero?
13
¿No me ayudo cuanto puedo, Y el poder me falta del todo?
14
El atribulado es consolado de su compañero: Mas hase abandonado el temor del Omnipotente.
15
Mis hermanos han mentido cual arroyo: Pasáronse como corrientes impetuosas,
16
Que están escondidas por la helada, Y encubiertas con nieve;
17
Que al tiempo del calor son deshechas, Y en calentándose, desaparecen de su lugar;
18
Apártanse de la senda de su rumbo, Van menguando y piérdense.
19
Miraron los caminantes de Temán, Los caminantes de Saba esperaron en ellas:
20
Mas fueron avergonzados por su esperanza; Porque vinieron hasta ellas, y halláronse confusos.
21
Ahora ciertamente como ellas sois vosotros: Que habéis visto el tormento, y teméis.
22
¿Os he dicho yo: Traedme, Y pagad por mí de vuestra hacienda;
23
Y libradme de la mano del opresor, Y redimidme del poder de los violentos?
24
Enseñadme, y yo callaré: Y hacedme entender en qué he errado.
25
¡Cuán fuertes son las palabras de rectitud! Mas ¿qué reprende el que reprende de vosotros?
26
¿Pensáis censurar palabras, Y los discursos de un desesperado, que son como el viento?
27
También os arrojáis sobre el huérfano, Y hacéis hoyo delante de vuestro amigo.
28
Ahora pues, si queréis, mirad en mí, Y ved si miento delante de vosotros.
29
Tornad ahora, y no haya iniquidad; Volved aún á considerar mi justicia en esto.
30
¿Hay iniquidad en mi lengua? ¿No puede mi paladar discernir las cosas depravadas?