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(39-18) Y olvídase de que los pisará el pie, Y que los quebrará bestia del campo.
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(39-19) Endurécese para con sus hijos, como si no fuesen suyos, No temiendo que su trabajo haya sido en vano:
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(39-20) Porque le privó Dios de sabiduría, Y no le dió inteligencia.
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(39-21) Luego que se levanta en alto, Búrlase del caballo y de su jinete.
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(39-22) ¿Diste tú al caballo la fortaleza? ¿Vestiste tú su cerviz de relincho?
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(39-23) ¿Le intimidarás tú como á alguna langosta? El resoplido de su nariz es formidable:
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(39-24) Escarba la tierra, alégrase en su fuerza, Sale al encuentro de las armas:
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(39-25) Hace burla del espanto, y no teme, Ni vuelve el rostro delante de la espada.
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(39-26) Contra él suena la aljaba, El hierro de la lanza y de la pica:
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(39-27) Y él con ímpetu y furor escarba la tierra, Sin importarle el sonido de la bocina;
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(39-28) Antes como que dice entre los clarines: ¡Ea! Y desde lejos huele la batalla, el grito de los capitanes, y la vocería.
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(39-29) ¿Vuela el gavilán por tu industria, Y extiende hacia el mediodía sus alas?
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(39-30) ¿Se remonta el águila por tu mandamiento, Y pone en alto su nido?
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(39-31) Ella habita y está en la piedra, En la cumbre del peñasco y de la roca.
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(39-32) Desde allí acecha la comida: Sus ojos observan de muy lejos.
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(39-33) Sus pollos chupan la sangre: Y donde hubiere cadáveres, allí está.