5
Si anduve con mentira, y si mi pie se apresuró a engaño,
6
péseme Dios en balanzas de justicia, y conocerá mi perfección.
7
Si mis pasos se apartaron del camino, y si mi corazón se fue tras mis ojos, y si algo se apegó a mis manos,
8
siembre yo, y otro coma, y mis verduras sean arrancadas.
9
Si fue mi corazón engañado acerca de mujer, y si estuve acechando a la puerta de mi prójimo,
10
muela para otro mi mujer, y sobre ella otros se encorven.
11
Porque es maldad e iniquidad, comprobada.
12
Porque es fuego que devoraría hasta el sepulcro, y desarraigaría toda mi hacienda.
13
Si hubiera tenido en poco el derecho de mi siervo y de mi sierva, cuando ellos pleitearan conmigo,
14
¿qué haría yo cuando Dios se levantase? Y cuando él visitara, ¿qué le respondería yo?
15
¿Por ventura el que en el vientre me hizo a mí, no lo hizo a él? ¿Y no nos dispuso un mismo autor en la matriz?
16
Si estorbé el contento de los pobres, e hice desfallecer los ojos de la viuda;
17
y si comí mi bocado solo, y no comió de él el huérfano;
18
(porque desde mi juventud creció conmigo el huérfano como con padre, y desde el vientre de mi madre fui guía de la viuda);
19
si he visto que pereciera alguno sin vestido, y al menesteroso sin cobertura;
20
si no me bendijeron sus lomos, y del vellón de mis ovejas se calentaron;
21
si alcé contra el huérfano mi mano, aunque viese que me ayudarían en la puerta;
22
mi espalda se caiga de mi hombro, y mi brazo sea quebrado de mi canilla.
23
Porque temí el castigo de Dios, contra cuya alteza yo no tendría poder.
24
Si puse en el oro mi esperanza, y dije al oro: Mi confianza eres tú;
25
si me alegré de que mi hacienda se multiplicase, y de que mi mano hallase mucho;
26
si he mirado al sol cuando resplandecía, y a la luna cuando iba hermosa,
27
y mi corazón se engañó en secreto, y mi boca besó mi mano,
28
esto también fuera maldad comprobada; porque habría negado al Dios soberano.
29
Si me alegré en el quebrantamiento del que me aborrecía, y me regocijé cuando le halló el mal;
30
que ni aun entregué al pecado mi paladar, pidiendo maldición para su alma;
31
cuando mis domésticos decían: ¡Quién nos diese de su carne! Nunca nos hartaríamos.
32
El extranjero no tenía fuera la noche; mis puertas abría al caminante.
33
Si encubrí, como los hombres mis prevaricaciones, escondiendo en mi seno mi iniquidad;
34
si temí a la gran multitud, y el menosprecio de las familias me atemorizó, y callé, y no salí de mi puerta,
35
¡quién me diera quien me oyese! He aquí mi señal es que el Omnipotente testificará por mí, aunque mi adversario me hiciera el proceso.