24
Si he puesto en el oro mi confianza, y he dicho al oro fino: Tú eres mi seguridad;
25
si me he alegrado porque mi riqueza era grande, y porque mi mano había adquirido mucho;
26
si he mirado al sol cuando brillaba, o a la luna marchando en esplendor,
27
y fue mi corazón seducido en secreto, y mi mano tiró un beso de mi boca,
28
eso también hubiera sido iniquidad que merecía juicio, porque habría negado al Dios de lo alto.
29
¿Acaso me he alegrado en la destrucción de mi enemigo, o me he regocijado cuando el mal le sobrevino?
30
No, no he permitido que mi boca peque pidiendo su vida en una maldición.
31
¿Acaso no han dicho los hombres de mi tienda: "¿Quién puede hallar a alguno que no se haya saciado con su carne?"
32
El forastero no pasa la noche afuera, porque al viajero he abierto mis puertas.
33
¿Acaso he cubierto mis transgresiones como Adán, ocultando en mi seno mi iniquidad,
34
porque temí a la gran multitud, o el desprecio de las familias me aterró, y guardé silencio y no salí de mi puerta?
35
¡Quién me diera que alguien me oyera! He aquí mi firma. ¡Que me responda el Todopoderoso! Y la acusación que ha escrito mi adversario,
36
ciertamente yo la llevaría sobre mi hombro, y me la ceñiría como una corona.
37
Del número de mis pasos yo le daría cuenta, como a un príncipe me acercaría a El.
38
Si mi tierra clama contra mí, y sus surcos lloran juntos;
39
si he comido su fruto sin dinero, o si he causado que sus dueños pierdan sus vidas,
40
¡que en lugar de trigo crezcan abrojos, y en lugar de cebada hierba maloliente! Aquí terminan las palabras de Job.