18
Una gran fuerza deforma mi vestidura, me aprieta como el cuello de mi túnica.
19
El me ha arrojado al lodo, y soy como el polvo y la ceniza.
20
Clamo a ti, y no me respondes; me pongo en pie, y no me prestas atención.
21
Te has vuelto cruel conmigo, con el poder de tu mano me persigues.
22
Me alzas al viento, me haces cabalgar en él, y me deshaces en la tempestad.
23
Pues sé que a la muerte me llevarás, a la casa de reunión de todos los vivientes.
24
Sin embargo ¿no extiende la mano el que está en un montón de ruinas, cuando clama en su calamidad?
25
¿No he llorado por aquél cuya vida es difícil? ¿No se angustió mi alma por el necesitado?
26
Cuando esperaba yo el bien, vino el mal, cuando esperaba la luz, vino la oscuridad.
27
Por dentro me hierven las entrañas, y no puedo descansar; me vienen al encuentro días de aflicción.
28
Ando enlutado, sin consuelo; me levanto en la asamblea y clamo.