8
Maldíganla los que maldicen al día, Los que se aprestan para levantar su llanto.
9
Oscurézcanse las estrellas de su alba; Espere la luz, y no venga, Ni vea los párpados de la mañana:
10
Por cuanto no cerró las puertas del vientre donde yo estaba, Ni escondió de mis ojos la miseria.
11
¿Por qué no morí yo desde la matriz, O fuí traspasado en saliendo del vientre?
12
¿Por qué me previnieron las rodillas? ¿Y para qué las tetas que mamase?
13
Pues que ahora yaciera yo, y reposara; Durmiera, y entonces tuviera reposo,
14
Con los reyes y con los consejeros de la tierra, Que edifican para sí los desiertos;
15
O con los príncipes que poseían el oro, Que henchían sus casas de plata.
16
O ¿por qué no fuí escondido como aborto, Como los pequeñitos que nunca vieron luz?
17
Allí los impíos dejan el perturbar, Y allí descansan los de cansadas fuerzas.
18
Allí asimismo reposan los cautivos; No oyen la voz del exactor.
19
Allí están el chico y el grande; Y el siervo libre de su señor.
20
¿Por qué se da luz al trabajado, Y vida á los de ánimo en amargura,
21
Que esperan la muerte, y ella no llega, Aunque la buscan más que tesoros;
22
Que se alegran sobremanera, Y se gozan, cuando hallan el sepulcro?
23
¿Por qué al hombre que no sabe por donde vaya, Y al cual Dios ha encerrado?
24
Pues antes que mi pan viene mi suspiro; Y mis gemidos corren como aguas.
25
Porque el temor que me espantaba me ha venido, Y hame acontecido lo que temía.
26
No he tenido paz, no me aseguré, ni me estuve reposado; Vínome no obstante turbación.