7
¡Oh, si fuere aquella noche solitaria, que no viniera en ella canción!
8
Maldijéranla los que maldicen al día, los que se aparejan para levantar su llanto.
9
Las estrellas de su alba fueran oscurecidas; esperaran la luz, y no viniera , ni viera los párpados de la mañana;
10
por cuanto no cerró las puertas del vientre donde yo estaba, ni escondió de mis ojos la miseria.
11
¿Por qué no morí yo desde la matriz, o fui traspasado saliendo del vientre?
12
¿Por qué me previnieron las rodillas? ¿Y para qué los senos que mamase?
13
Pues que ahora yaciera yo, y reposara; durmiera, y entonces tuviera reposo,
14
con los reyes y con los consejeros de la tierra, que edifican para sí los desiertos;
15
o con los príncipes que poseen el oro, que llenan sus casas de plata.
16
O ¿por qué no fui escondido como abortivo, como los pequeñitos que nunca vieron luz?
17
Allí los impíos dejaron el miedo, y allí descansaron los de cansadas fuerzas.
18
Allí también reposaron los cautivos; no oyeron la voz del exactor.
19
Allí está el chico y el grande; allí es el siervo libre de su señor.
20
¿Por qué dio luz al trabajado, y vida a los amargos de ánimo?
21
Que esperan la muerte, y no la hay; y la buscan más que tesoros.
22
Que se alegran sobremanera, y se gozan cuando hallan el sepulcro.
23
Al hombre que no sabe por donde vaya, y que Dios lo encerró.
24
Porque antes que mi pan, viene mi suspiro; y mis gemidos corren como aguas.
25
Porque el temor que me espantaba me ha venido, y me ha acontecido lo que temía.
26
Nunca tuve paz, nunca me aseguré, ni nunca me reposé; y me vino turbación.