3
¡Quién me diera el saber dónde hallar a Dios! Yo iría hasta su silla
4
Ordenaría juicio delante de él, y llenaría mi boca de argumentos
5
Yo sabría lo que él me respondería, y entendería lo que me dijere
6
¿Por ventura pleitearía conmigo con grandeza de fuerza? No; antes él la pondría en mí
7
Allí el recto disputaría con él; y escaparía para siempre del que me condena
8
He aquí yo iré al oriente, y no lo hallaré; y al occidente, y no lo percibiré
9
Si al norte él obrare, yo no lo veré; al mediodía se esconderá, y no lo veré
10
Mas él conoció mi camino; me probó, y salí como oro
11
Mis pies tomaron su rastro; guardé su camino, y no me aparté
12
Del mandamiento de sus labios nunca me separé; guardé las palabras de su boca más que mi comida
13
Pero si él se determina en una cosa, ¿quién lo apartará? Su alma deseó, e hizo
14
Por tanto él acabará lo que me es necesario; y muchas cosas como éstas hay en él
15
Por lo cual yo me espantaré delante de su rostro; consideraré, y lo temeré
16
Dios ha enternecido mi corazón, y el Omnipotente me ha espantado
17
¿Por qué no fui yo cortado delante de las tinieblas, ni cubrió con oscuridad mi rostro