2
Escuchad atentamente mis palabras, y que sea éste vuestro consuelo para mí.
3
Tened paciencia y hablaré; y después que haya hablado, os podréis burlar.
4
En cuanto a mí, ¿me quejo yo al hombre? ¿Y por qué no he de ser impaciente?
5
Miradme, y quedaos atónitos, y poned la mano sobre vuestra boca.
6
Aún cuando me acuerdo, me perturbo, y el horror se apodera de mi carne.
7
¿Por qué siguen viviendo los impíos, envejecen, también se hacen muy poderosos?
8
En su presencia se afirman con ellos sus descendientes, y sus vástagos delante de sus ojos;
9
sus casas están libres de temor, y no está la vara de Dios sobre ellos.
10
Su toro engendra sin fallar, su vaca pare y no aborta.
11
Envían fuera a sus pequeños cual rebaño, y sus niños andan saltando.
12
Cantan con pandero y arpa, y al son de la flauta se regocijan.