23
¡Quién diese ahora que mis palabras fuesen escritas! ¡Quién diese que se escribieran en un libro!
24
¡Que con cincel de hierro y con plomo Fuesen en piedra esculpidas para siempre!
25
Yo sé que mi Redentor vive, Y al fin se levantará sobre el polvo:
26
Y después de deshecha esta mi piel, Aun he de ver en mi carne á Dios;
27
Al cual yo tengo de ver por mí, Y mis ojos lo verán, y no otro, Aunque mis riñones se consuman dentro de mí.
28
Mas debierais decir: ¿Por qué lo perseguimos? Ya que la raíz del negocio en mí se halla.
29
Temed vosotros delante de la espada; Porque sobreviene el furor de la espada á causa de las injusticias, Para que sepáis que hay un juicio.