10
Mas cuando el hombre muera, y sea cortado; y perezca el hombre, ¿adónde estará él
11
Las aguas del mar se fueron, y se agotó el río, se secó
12
Así el hombre yace, y no se tornará a levantar; hasta que no haya cielo no despertarán, ni levantarán de su sueño
13
¡Oh quién me diera que me escondieras en el Seol, que me encubrieras hasta apaciguarse tu ira, que me pusieras plazo, y de mí te acordaras
14
Si el hombre muriere, ¿por ventura vivirá? Todos los días de mi edad esperaré, hasta que venga mi transformación
15
Entonces llamarás, y yo te responderé, a la obra de tus manos desearás
16
Pues ahora me cuentas los pasos, y no das dilación a mi pecado
17
Tienes sellada en manojo mi prevaricación, y enmiendas a mi iniquidad
18
Y ciertamente el monte que cae se deshace, y las peñas son traspasadas de su lugar
19
las piedras son quebrantadas con el agua impetuosa, que se lleva el polvo de la tierra, de tal manera haces perder al hombre la esperanza
20
Para siempre serás más fuerte que él, y él se va; demudarás su rostro, y lo enviarás
21
Sus hijos serán honrados, y él no lo sabrá; o serán afligidos, y no entenderá de ellos
22
Mas mientras su carne estuviere sobre él se dolerá, y su alma se entristecerá en él