2
Diré á Dios: no me condenes; Hazme entender por qué pleiteas conmigo.
3
¿Parécete bien que oprimas, Que deseches la obra de tus manos, Y que resplandezcas sobre el consejo de los impíos?
4
¿Tienes tú ojos de carne? ¿Ves tú como ve el hombre?
5
¿Son tus días como los días del hombre, O tus años como los tiempos humanos,
6
Para que inquieras mi iniquidad, Y busques mi pecado,
7
Sobre saber tú que no soy impío, Y que no hay quien de tu mano libre?
8
Tus manos me formaron y me compusieron Todo en contorno: ¿y así me deshaces?
9
Acuérdate ahora que como á lodo me diste forma: ¿Y en polvo me has de tornar?
10
¿No me fundiste como leche, Y como un queso me cuajaste?
11
Vestísteme de piel y carne, Y cubrísteme de huesos y nervios.
12
Vida y misericordia me concediste, Y tu visitación guardó mi espíritu.
13
Y estas cosas tienes guardadas en tu corazón; Yo sé que esto está cerca de ti.
14
Si pequé, tú me has observado, Y no me limpias de mi iniquidad.
15
Si fuere malo, ¡ay de mí! Y si fuere justo, no levantaré mi cabeza, Estando harto de deshonra, Y de verme afligido.
16
Y subirá de punto, pues me cazas como á león, Y tornas á hacer en mí maravillas.
17
Renuevas contra mí tus plagas, Y aumentas conmigo tu furor, Remudándose sobre mí ejércitos.
18
¿Por qué me sacaste de la matriz? Habría yo espirado, y no me vieran ojos.
19
Fuera, como si nunca hubiera sido, Llevado desde el vientre á la sepultura.
20
¿No son mis días poca cosa? Cesa pues, y déjame, para que me conforte un poco.
21
Antes que vaya para no volver, A la tierra de tinieblas y de sombra de muerte;
22
Tierra de oscuridad, lóbrega Como sombra de muerte, sin orden, Y que aparece como la oscuridad misma.