7
Por tanto, así dijo el SEÑOR de los ejércitos: He aquí que yo los fundiré, y los ensayaré; porque ¿cómo he de hacer por la hija de mi pueblo?
8
Saeta afilada es la lengua de ellos; engaño habla; con su boca habla paz con su amigo, y dentro de sí pone sus asechanzas.
9
¿No los he de visitar sobre estas cosas? Dijo el SEÑOR. ¿De tal gente no se vengará mi alma?
10
Sobre los montes levantaré lloro y lamentación, y llanto sobre las moradas del desierto; porque desolados fueron hasta no quedar quien pase, ni oyeron bramido de ganado; desde las aves del cielo y hasta las bestias de la tierra se transportaron, y se fueron.
11
Y pondré a Jerusalén en montones; en morada de dragones; y pondré las ciudades de Judá en asolamiento, que no quede morador.
12
¿Quién es varón sabio que entienda esto? ¿Y a quién habló la boca del SEÑOR, para que pueda declararlo? ¿Por qué causa la tierra ha perecido, ha sido asolada como desierto, que no hay quien pase?
13
Y dijo el SEÑOR: Porque dejaron mi ley, la cual di delante de ellos, y no escucharon mi voz, ni caminaron por ella;
14
antes se fueron tras la imaginación de su corazón, y en pos de los baales que les enseñaron sus padres;
15
por tanto, así dijo el SEÑOR de los ejércitos, Dios de Israel: He aquí que a este pueblo yo les daré a comer ajenjos, y les daré a beber aguas de hiel.
16
Y los esparciré entre gentiles que no conocieron ellos ni sus padres; y enviaré espada en pos de ellos, hasta que yo los acabe.
17
Así dijo el SEÑOR de los ejércitos: Considerad con atención, y llamad endecheras que vengan; y enviad por las sabias que vengan;