26
Sí, vengan contra ella desde tierras lejanas
y abran sus graneros.
Aplasten sus muros y sus casas, y conviértanlos en montones de escombros.
¡Destrúyanla por completo y no dejen nada!
27
Maten incluso a sus becerros,
¡para ellos también será terrible!
¡Masácrenlos a todos!
Pues ha llegado el día del juicio a Babilonia.
28
Escuchen a la gente que escapó de Babilonia
mientras cuentan en Jerusalén
cómo el Señor
nuestro Dios se vengó
de los que destruyeron su templo.
29
»Manden llamar a los arqueros para que vengan a Babilonia.
Rodeen la ciudad para que nadie escape.
Háganle lo mismo que ella les hizo a otros,
porque desafió al Señor
, el Santo de Israel.
30
Sus jóvenes caerán en las calles y morirán.
Todos sus soldados serán matados»,
dice el Señor
.
31
«Mira, pueblo arrogante, yo soy tu enemigo
—dice el Señor, el Señor
de los Ejércitos Celestiales—.
Ha llegado el día de tu juicio,
el día en que te castigaré.
32
Oh tierra de arrogancia, tropezarás y caerás,
y nadie te levantará.
Pues encenderé un fuego en las ciudades de Babilonia
que consumirá todo a su alrededor».
33
Esto dice el Señor
de los Ejércitos Celestiales:
«Los pueblos de Israel y de Judá han sido agraviados.
Sus captores los retienen y se niegan a soltarlos.
34
Pero el que los redime es fuerte.
Su nombre es el Señor
de los Ejércitos Celestiales.
Él los defenderá
y nuevamente les dará descanso en Israel.
¡Pero para la gente de Babilonia
no habrá descanso!
35
»La espada destructora golpeará a los babilonios
—dice el Señor
—.
Golpeará al pueblo de Babilonia,
también a sus funcionarios y a sus hombres sabios.
36
La espada golpeará a sus sabios consejeros
y se volverán necios.
La espada golpeará a sus guerreros más poderosos
y el pánico se apoderará de ellos.