7
Citaré a obreros de demolición,
los cuales sacarán sus herramientas para desmantelarte.
Arrancarán todas tus selectas vigas de cedro
y las echarán al fuego.
8
»Gente de muchas naciones pasará por las ruinas de la ciudad y se dirán el uno al otro: “¿Por qué habrá destruido el Señor
esta gran ciudad?”.
9
Y la contestación será: “Porque violaron su pacto con el Señor
su Dios al rendir culto a otros dioses”».
10
Mensaje acerca de Joacaz
No lloren por el rey muerto ni lamenten su pérdida.
¡En cambio, lloren por el rey cautivo que se llevan al exilio
porque nunca más volverá para ver su tierra natal!
11
Pues esto dice el Señor
acerca de Joacaz,
quien sucedió en el trono a su padre, el rey Josías, y fue llevado cautivo: «Él nunca regresará.
12
Morirá en una tierra lejana y nunca más verá su propio país».
13
Mensaje acerca de Joacim
Y el Señor
dice: «¡Qué aflicción le espera a Joacim,
que edifica su palacio con trabajo forzado!
Construye las paredes a base de injusticia,
porque obliga a sus vecinos a trabajar,
y no les paga por su trabajo.
14
Dice: “Construiré un palacio magnífico
con habitaciones enormes y muchas ventanas.
Lo revestiré con cedro fragante
y lo pintaré de un rojo agradable”.
15
¡Pero un hermoso palacio de cedro no hace a un gran rey!
Josías, tu padre, también tenía mucha comida y bebida;
pero él era justo y recto en todo lo que hacía.
Por esa razón Dios lo bendijo.
16
Hizo justicia al pobre y al necesitado y los ayudó,
y le fue bien en todo.
¿No es eso lo que significa conocerme?
—dice el Señor
—.
17
¡Pero tú, solo tienes ojos para la avaricia y la deshonestidad!
Asesinas al inocente,
oprimes al pobre y reinas sin piedad».
18
Por lo tanto, esto dice el Señor
acerca de Joacim, hijo del rey Josías:
«El pueblo no llorará por él, lamentandose entre sí:
“¡Ay, mi hermano! ¡Ay, mi hermana!”.
Sus súbditos no llorarán por él, lamentando:
“¡Ay, nuestro amo ha muerto! ¡Ay, su esplendor se ha ido!”.
19
Será enterrado como un burro muerto:
¡arrastrado fuera de Jerusalén y arrojado fuera de las puertas!
20
Llora por tus aliados en el Líbano;
grita por ellos en Basán.
Búscalos en las regiones al oriente del río.
Mira, todos han sido destruidos.
No quedó nadie para ayudarte.
21
Te lo advertí cuando eras próspero
pero respondiste: “¡No me fastidies!”.
Has sido así desde tu niñez,
¡nunca me obedeces!
22
Y ahora a tus aliados se los llevará el viento.
Todos tus amigos serán llevados cautivos.
Seguramente para entonces verás tu maldad y te avergonzarás.
23
Puede que sea lindo vivir en un palacio magnífico,
recubierto con madera de cedros del Líbano,
pero pronto gemirás con punzadas de angustia,
angustia como la de una mujer con dolores de parto.
24
Mensaje a Joaquín
»Tan cierto como que yo vivo —dice el Señor
—, te abandonaré, Joaquín,
hijo de Joacim, rey de Judá. Aunque fueras el anillo con mi sello oficial en mi mano derecha, te arrancaría.
25
Te entregaré a los que buscan matarte —a los que tanto temes— al rey Nabucodonosor
de Babilonia y al poderoso ejército babilónico.
26
Te expulsaré de esta tierra, a ti y a tu madre, y morirás en un país extranjero, no en tu tierra natal.
27
Nunca regresarás a la tierra que añoras.