5
Después el Señor
me dio este mensaje:
6
«¡Oh, Israel! ¿No puedo hacer contigo lo mismo que hizo el alfarero con el barro? De la misma manera que el barro está en manos del alfarero, así estás en mis manos.
7
Si anuncio que voy a desarraigar, a derribar y a destruir a cierta nación o a cierto reino,
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pero luego esa nación renuncia a sus malos caminos, no la destruiré como lo había planeado.
9
Y si anuncio que plantaré y edificaré a cierta nación o a cierto reino,
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pero después esa nación hace lo malo y se niega a obedecerme, no la bendeciré como dije que lo haría.
11
»Por lo tanto, Jeremías, advierte a todo Judá y a Jerusalén y diles: “Esto dice el Señor
: ‘En vez de algo bueno, les tengo preparado un desastre. Así que cada uno de ustedes abandone sus malos caminos y haga lo correcto’”».
12
Sin embargo, el pueblo respondió: «No gastes saliva. Continuaremos viviendo como se nos antoja y con terquedad seguiremos nuestros propios malos deseos».
13
Así que esto dice el Señor
:
«¿Acaso alguien ha oído semejante cosa,
aun entre las naciones paganas?
¡Israel, mi hija virgen,
ha hecho algo terrible!
14
¿Acaso la nieve desaparece de las cumbres del Líbano?
¿Quedan secos los arroyos helados que fluyen de esas montañas distantes?
15
Pero mi pueblo no es confiable, porque me ha abandonado;
quema incienso a ídolos inútiles.
Tropezó y salió de los caminos antiguos
y anduvo por senderos llenos de lodo.