3
¡Mi montañés! En el campo son tus riquezas; todos tus tesoros daré a despojo, por el pecado de tus altos en todos tus términos.
4
Y habrá remisión en ti de tu heredad, la cual yo te di, y te haré servir a tus enemigos en tierra que no conociste; porque fuego habéis encendido en mi furor, para siempre arderá.
5
Así dijo el SEÑOR: Maldito el varón que confía en el hombre, y pone carne por su brazo, y su corazón se aparta del SEÑOR.
6
Pues será como la retama en el desierto, y no verá cuando viniere el bien; sino que morará en los sequedales en el desierto, en tierra salada y deshabitada.
7
Bendito el varón que se fía en el SEÑOR, y cuya confianza es el SEÑOR.
8
Porque él será como el árbol plantado junto a las aguas, que junto a la corriente echará sus raíces, y no verá cuando viniere el calor, y su hoja será verde; y en el año de sequía no se fatigará, ni dejará de hacer fruto.
9
Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá?
10
Yo soy el SEÑOR, que escudriño el corazón, que pruebo los riñones, para dar a cada uno según su camino, según el fruto de sus obras.
11
Como la perdiz que hurta lo que no parió, es el que allega riquezas, y no con justicia; en medio de sus días las dejará, y en su postrimería será incipiente.
12
El trono de gloria, altura desde el principio, es el lugar de nuestra santificación.
13
¡Oh esperanza de Israel! SEÑOR, todos los que te dejan, serán avergonzados; y los que de mí se apartan, serán escritos en el polvo; porque dejaron la vena de aguas vivas, al SEÑOR.