10
¡Ay de mí, madre mía, que me has engendrado hombre de contienda y hombre de discordia a toda la tierra! Nunca les di a interés, ni lo tomé de ellos; y todos me maldicen.
11
Dijo el SEÑOR: De cierto tus reliquias serán en bien; de cierto haré que el enemigo te salga a recibir en el tiempo trabajoso, y en el tiempo de angustia.
12
¿Por ventura el hierro quebrará al hierro de la parte del aquilón, y al bronce?
13
Tus riquezas y tus tesoros daré a despojo sin ningún precio, por todos tus pecados, y en todos tus términos;
14
y te haré servir a tus enemigos en tierra que no conoces; porque fuego es encendido en mi furor, y arderá sobre vosotros.
15
Tú lo sabes, oh SEÑOR; acuérdate de mí, y visítame, y véngame de mis enemigos. No me tomes a tu cargo en la prolongación de tu enojo; sepas que sufro vergüenza a causa de ti.
16
Se hallaron tus palabras, y yo las comí; y tu palabra me fue por gozo y por alegría de mi corazón; porque tu nombre se llamó sobre mí, oh SEÑOR Dios de los ejércitos.
17
No me senté en compañía de burladores, ni me engreí a causa de tu profecía; me senté solo, porque me llenaste de indignación.
18
¿Por qué fue perpetuo mi dolor, y mi herida desahuciada no admitió cura? Eres conmigo como mentiroso, como aguas que no son fieles.
19
Por tanto, así dijo el SEÑOR: Si te convirtieres, yo te convertiré, y delante de mí estarás; y si sacares lo precioso de lo vil, serás como mi boca. Conviértanse ellos a ti, y tú no te conviertas a ellos.
20
Y te daré a este pueblo por fuerte muro de bronce, y pelearán contra ti, y no te vencerán; porque yo estoy contigo para guardarte y para defenderte, dijo el SEÑOR.
21
Y te libraré de la mano de los malos, y te redimiré de la mano de los fuertes.