6
—Oh Señor
Soberano —respondí—. ¡No puedo hablar por ti! ¡Soy demasiado joven!
7
—No digas: “Soy demasiado joven” —me contestó el Señor
—, porque debes ir dondequiera que te mande y decir todo lo que te diga.
8
No le tengas miedo a la gente, porque estaré contigo y te protegeré. ¡Yo, el Señor
, he hablado!
9
Luego el Señor
extendió su mano, tocó mi boca y dijo:
«¡Mira, he puesto mis palabras en tu boca!
10
Hoy te doy autoridad
para que hagas frente a naciones y reinos.
A algunos deberás desarraigar, derribar,
destruir y derrocar;
a otros deberás edificar
y plantar».
11
Después el Señor
me dijo:
—¡Observa, Jeremías! ¿Qué es lo que ves?
—Veo una rama de almendro —contesté.
12
—Así es —dijo el Señor
—, y eso significa que yo estoy vigilando
y ciertamente llevaré a cabo todos mis planes.
13
Después el Señor
me habló nuevamente.
—¿Qué es lo que ves ahora? —me preguntó.
—Veo una olla de agua hirviendo que se derrama desde el norte —contesté.
14
—Sí —dijo el Señor
—, porque el terror del norte hervirá y se derramará sobre la gente de esta tierra.
15
¡Escucha! Estoy llamando a los ejércitos de los reinos del norte para que vengan a Jerusalén. ¡Yo, el Señor
, he hablado!
»Establecerán sus tronos
a las puertas de la ciudad;
atacarán los muros de Jerusalén
y a todas las demás ciudades de Judá.
16
Pronunciaré juicio
contra mi pueblo a causa de toda su maldad,
por haberme abandonado y por quemar incienso a otros dioses.
¡Sí, ellos rinden culto a ídolos que hicieron con sus propias manos!