1
¡Ay de ti que destruyes, y no has sido destruido; y de aquel que es pérfido, cuando otros no actuaron con perfidia contra él! Cuando termines de destruir, serás destruido; cuando acabes de actuar con perfidia, con perfidia actuarán contra ti.
2
Oh SEÑOR, ten piedad de nosotros; en ti hemos esperado. Sé nuestra fortaleza cada mañana, también nuestra salvación en tiempo de angustia.
3
Al estruendo del tumulto los pueblos huyen; al levantarte tú las naciones se dispersan;
4
se recoge el botín como recoge la oruga, se lanzan sobre él como se lanzan las langostas.
5
Exaltado es el SEÑOR, pues mora en lo alto; ha llenado a Sion de derecho y de justicia.
6
El será la seguridad de tus tiempos, abundancia de salvación, sabiduría y conocimiento; el temor del SEÑOR es tu tesoro.
7
He aquí, sus valientes claman en las calles, los mensajeros de paz lloran amargamente.
8
Las calzadas están desiertas, el transeúnte ya no pasa; ha quebrantado el pacto, ha despreciado las ciudades, no tiene en estima al hombre.