2
Abandonadas están las ciudades de Aroer; serán para los rebaños, para que se echen en ellas, y no habrá quien los espante.
3
Desaparecerá la fortaleza de Efraín y la soberanía de Damasco, y el resto de Aram vendrá a ser como la gloria de los hijos de Israel declara el SEÑOR de los ejércitos.
4
Acontecerá en aquel día que la gloria de Jacob menguará, y enflaquecerá la gordura de su carne.
5
Será como cuando el segador recoge la mies, y su brazo cosecha las espigas; o será como el que recoge espigas en el valle de Refaim.
6
Pero quedarán en él rebuscos como cuando se varea el olivo: dos o tres aceitunas en la rama más alta, cuatro o cinco en las ramas de un árbol fructífero declara el SEÑOR, Dios de Israel.
7
Aquel día el hombre tendrá en estima a su Hacedor, y sus ojos mirarán al Santo de Israel.
8
Y no tendrá en estima los altares, obra de sus manos, ni mirará a lo que sus dedos hicieron: las Aseras y los altares de incienso.
9
Aquel día sus ciudades fuertes serán como lugares abandonados en el bosque, o como ramas que fueron abandonadas delante de los hijos de Israel; la tierra será una desolación.
10
Porque te olvidaste del Dios de tu salvación y no te acordaste de la roca de tu refugio. Por tanto, siembras plantas deleitosas y les injertas sarmientos de un dios extraño.
11
El día que las plantes las cercarás con cuidado, y por la mañana harás que florezca tu semilla; pero la cosecha será un montón inservible en el día de enfermedad y de dolor incurable.
12
¡Ay!, bramar de muchos pueblos que braman como el bramido de los mares; rugir de naciones que rugen como el rugido de violentas aguas.