11
¿Para qué me sirve la multitud de vuestros sacrificios? dirá el SEÑOR. Hastiado estoy de holocaustos de carneros, y de sebo de animales gordos; no quiero sangre de bueyes, ni de ovejas, ni de machos cabríos
12
¿Quién demandó esto de vuestras manos, cuando venís a ver mi rostro, a hollar mis atrios
13
No me traigáis más presente vano; el perfume me es abominación; luna nueva y sábado, el convocar asambleas, no las puedo sufrir; iniquidad y solemnidad
14
Vuestras lunas nuevas y vuestras fiestas solemnes las tiene aborrecidas mi alma: me han sido carga; cansado estoy de llevarlas
15
Cuando extendiereis vuestras manos, yo esconderé de vosotros mis ojos; asimismo cuando multiplicareis la oración, yo no oiré; llenas están de sangre vuestras manos
16
Lavaos, y limpiaos; quitad la maldad de vuestras obras de delante de mis ojos; dejad de hacer lo malo
17
aprended a hacer el bien. Buscad juicio. Restituid al agraviado. Oíd en derecho al huérfano. Amparad a la viuda
18
Venid luego, dirá el SEÑOR, y estemos a cuenta: si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, serán tornados como la lana
19
Si quisiereis, y oyereis, comeréis el bien de la tierra
20
si no quisiereis, y fuereis rebeldes, seréis consumidos a espada, porque la boca del SEÑOR lo ha dicho
21
¿Cómo te has convertido en ramera, oh ciudad fiel? Llena estuvo de juicio, en ella habitó la equidad; mas ahora, los homicidas