42
Y Dios se apartó, y los entregó que sirviesen al ejército del cielo; como está escrito en el libro de los profetas: ¿Me ofrecisteis víctimas y sacrificios en el desierto por cuarenta años, Casa de Israel?
43
Antes, trajisteis el tabernáculo de Moloc, y la estrella de vuestro dios Renfán; figuras que os hicisteis para adorarlas. Os transportaré pues, más allá de Babilonia.
44
Tuvieron nuestros padres el tabernáculo del testimonio en el desierto, como les ordenó Dios, hablando a Moisés que lo hiciese según la forma que había visto.
45
El cual recibido, metieron también nuestros padres con Jesús en la posesión de los gentiles, que Dios echó de la presencia de nuestros padres, hasta los días de David;
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el cual halló gracia delante de Dios, y pidió de hallar tabernáculo para el Dios de Jacob.
47
Mas Salomón le edificó casa.
48
Si bien el Altísimo no habita en templos hechos de mano, como el profeta dice:
49
El cielo es mi trono, y la tierra es el estrado de mis pies. ¿Qué casa me edificaréis?, Dice el Señor; ¿o cuál es el lugar de mi reposo?
50
¿No hizo mi mano todas estas cosas?
51
Duros de cerviz, e incircuncisos de corazón y de oídos, vosotros resistís siempre al Espíritu Santo; como vuestros padres, así también vosotros.
52
¿A cuál de los profetas no persiguieron vuestros padres? Y mataron a los que antes anunciaron la venida del Justo, del cual vosotros ahora habéis sido entregadores y matadores;
53
que recibisteis la ley por disposición de ángeles, y no la guardasteis.
54
Y oyendo estas cosas, regañaban de sus corazones, y crujían los dientes contra él.
55
Más él, estando lleno del Espíritu Santo, puestos los ojos en el cielo, vio la gloria de Dios, y a Jesus que estaba a la diestra de Dios,
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y dijo: He aquí, veo los cielos abiertos, y al Hijo del Hombre que está a la diestra de Dios.
57
Entonces ellos dando grandes voces, se taparon sus oídos, y arremetieron unánimes contra él;
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y echándolo fuera de la ciudad, le apedrearon; y los testigos pusieron sus vestidos a los pies de un joven que se llamaba Saulo.
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Y apedrearon a Esteban, invocando él y diciendo: Señor Jesus, recibe mi espíritu.
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Y puesto de rodillas, clamó a gran voz: Señor, no les imputes este pecado. Y habiendo dicho esto, durmió en el Señor.