11
Y vino un gran temor sobre toda la iglesia, y sobre todos los que supieron estas cosas.
12
Por mano de los apóstoles se realizaban muchas señales y prodigios entre el pueblo; y estaban todos unánimes en el pórtico de Salomón.
13
Pero ninguno de los demás se atrevía a juntarse con ellos; sin embargo, el pueblo los tenía en gran estima.
14
Y más y más creyentes en el Señor, multitud de hombres y de mujeres, se añadían constantemente al número de ellos,
15
a tal punto que aun sacaban los enfermos a las calles y los tendían en lechos y camillas, para que al pasar Pedro, siquiera su sombra cayera sobre alguno de ellos.
16
También la gente de las ciudades en los alrededores de Jerusalén acudía trayendo enfermos y atormentados por espíritus inmundos, y todos eran sanados.
17
Pero levantándose el sumo sacerdote, y todos los que estaban con él (es decir, la secta de los saduceos), se llenaron de celo,
18
y echaron mano a los apóstoles y los pusieron en una cárcel pública.
19
Pero un ángel del Señor, durante la noche, abrió las puertas de la cárcel, y sacándolos, dijo:
20
Id, y puestos de pie en el templo, hablad al pueblo todo el mensaje de esta Vida.
21
Habiendo oído esto, entraron al amanecer en el templo y enseñaban. Cuando llegaron el sumo sacerdote y los que estaban con él, convocaron al concilio, es decir, a todo el senado de los hijos de Israel, y enviaron órdenes a la cárcel para que los trajeran.