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Y Agripa dijo a Pablo: Se te permite hablar en tu favor. Entonces Pablo, extendiendo la mano, comenzó su defensa:
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Con respecto a todo aquello de que los judíos me acusan, me considero afortunado, oh rey Agripa, de poder presentar hoy mi defensa delante de ti,
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sobre todo, porque eres experto en todas las costumbres y controversias entre los judíos; por lo cual te ruego que me escuches con paciencia.
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Pues bien, todos los judíos conocen mi vida desde mi juventud, que desde el principio transcurrió entre los de mi pueblo y en Jerusalén;
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puesto que ellos han sabido de mí desde hace mucho tiempo, si están dispuestos a testificar, que viví como fariseo, de acuerdo con la secta más estricta de nuestra religión.
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Y ahora soy sometido a juicio por la esperanza de la promesa hecha por Dios a nuestros padres: