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Y CINCO días después descendió el sumo sacerdote Ananías, con algunos de los ancianos, y un cierto Tértulo, orador; y parecieron delante del gobernador contra Pablo.
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Y citado que fué, Tértulo comenzó á acusar, diciendo: Como por causa tuya vivamos en grande paz, y muchas cosas sean bien gobernadas en el pueblo por tu prudencia,
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Siempre y en todo lugar lo recibimos con todo hacimiento de gracias, oh excelentísimo Félix.
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Empero por no molestarte más largamente, ruégote que nos oigas brevemente conforme á tu equidad.
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Porque hemos hallado que este hombre es pestilencial, y levantador de sediciones entre todos los Judíos por todo el mundo, y príncipe de la secta de los Nazarenos:
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El cual también tentó á violar el templo; y prendiéndole, le quisimos juzgar conforme á nuestra ley:
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Mas interviniendo el tribuno Lisias, con grande violencia le quitó de nuestras manos,
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Mandando á sus acusadores que viniesen á ti; del cual tú mismo juzgando, podrás entender todas estas cosas de que le acusamos.
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Y contendían también los Judíos, diciendo ser así estas cosas.
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Entonces Pablo, haciéndole el gobernador señal que hablase, respondió: Porque sé que muchos años ha eres gobernador de esta nación, con buen ánimo satisfaré por mí.
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Porque tú puedes entender que no hace más de doce días que subí á adorar á Jerusalem;
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Y ni me hallaron en el templo disputando con ninguno, ni haciendo concurso de multitud, ni en sinagogas, ni en la ciudad;
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Ni te pueden probar las cosas de que ahora me acusan.