22
La multitud estuvo escuchando a Pablo hasta que pronunció esas palabras. Entonces levantaron la voz y gritaron: «¡Bórralo de la tierra! ¡Ese tipo no merece vivir!»
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Como seguían gritando, tirando sus mantos y arrojando polvo al aire,
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el comandante ordenó que metieran a Pablo en el cuartel. Mandó que lo interrogaran a latigazos con el fin de averiguar por qué gritaban así contra él.
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Cuando lo estaban sujetando con cadenas para azotarlo, Pablo le dijo al centurión que estaba allí:—¿Permite la ley que ustedes azoten a un ciudadano romano antes de ser juzgado?
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Al oír esto, el centurión fue y avisó al comandante.—¿Qué va a hacer usted? Resulta que ese hombre es ciudadano romano.
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El comandante se acercó a Pablo y le dijo:—Dime, ¿eres ciudadano romano?—Sí, lo soy.
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—A mí me costó una fortuna adquirir mi ciudadanía —le dijo el comandante.—Pues yo la tengo de nacimiento —replicó Pablo.
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Los que iban a interrogarlo se retiraron en seguida. Al darse cuenta de que Pablo era ciudadano romano, el comandante mismo se asustó de haberlo encadenado.