2
(Y como oyeron que les hablaba en lengua hebrea, guardaron más silencio.) Y dijo
3
Yo de cierto soy judío, nacido en Tarso de Cilicia, mas criado en esta ciudad a los pies de Gamaliel, enseñado conforme a la verdad de la ley de la patria, celoso de la Ley, como todos vosotros sois hoy
4
Que he perseguido este camino hasta la muerte, prendiendo y entregando en cárceles hombres y mujeres
5
como también el príncipe de los sacerdotes me es testigo, y todos los ancianos; de los cuales también tomando letras a los hermanos, iba a Damasco para traer presos a Jerusalén aun a los que estuvieran allí, para que fueran castigados
6
Mas aconteció que yendo yo, y llegando cerca de Damasco, como a mediodía, de repente me rodeó mucha luz del cielo
7
y caí al suelo, y oí una voz que me decía: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues
8
Yo entonces respondí: ¿Quién eres, Señor? Y me dijo: Yo Soy Jesús de Nazaret, a quien tú persigues
9
Y los que estaban conmigo vieron a la verdad la luz, y se espantaron; mas no oyeron la voz del que hablaba conmigo
10
Y dije: ¿Qué haré, Señor? Y el Señor me dijo: Levántate, y ve a Damasco, y allí te será dicho todo lo que te está señalado hacer
11
Y como yo no veía a causa de la claridad de la luz, llevado de la mano por los que estaban conmigo, vine a Damasco
12
Entonces un Ananías, varón pío conforme a la ley, que tenía tal testimonio de todos los judíos que allí moraban
13
viniendo a mí, y acercándose, me dijo: Hermano Saulo, recibe la vista. Y yo en aquella hora le miré
14
Y él dijo: El Dios de nuestros padres te ha escogido para que conozcas su voluntad, y veas a aquel Justo, y oigas la voz de su boca
15
Porque has de ser testigo suyo a todos los hombres, de lo que has visto y oído
16
Ahora pues, ¿por qué te detienes? Levántate, y bautízate, y lava tus pecados, invocando su Nombre
17
Y me aconteció, vuelto a Jerusalén, que orando en el Templo, fui arrebatado fuera de mí
18
Y le vi que me decía: Date prisa, y sal prestamente fuera de Jerusalén; porque no recibirán tu testimonio acerca de mí
19
Y yo dije: Señor, ellos saben que yo encerraba en cárcel, y hería por las sinagogas a los que creían en ti
20
y cuando se derramaba la sangre de Esteban tu testigo, yo también estaba presente, y consentía a su muerte, y guardaba las ropas de los que le mataban
21
Y me dijo: Ve, porque yo te tengo que enviar lejos a los gentiles
22
Y le oyeron hasta esta palabra; entonces alzaron la voz, diciendo: Quita de la tierra a un tal hombre, porque no conviene que viva
23
Y dando ellos voces, y arrojando sus ropas y echando polvo al aire
24
mandó el tribuno que le llevaran a la fortaleza, y ordenó que fuera examinado con azotes, para saber por qué causa clamaban así contra él
25
Y como le ataron con correas, Pablo dijo al centurión que estaba presente: ¿Os es lícito azotar a un hombre romano sin ser condenado
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Cuando el centurión oyó esto, fue y dio aviso al tribuno, diciendo: ¿Qué vas a hacer? Porque este hombre es romano
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Y viniendo el tribuno, le dijo: Dime, ¿eres tú Romano? Y él dijo: Sí
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Y respondió el tribuno: Yo con grande suma alcancé esta ciudadanía. Entonces Pablo dijo: Pero yo lo soy de nacimiento
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Así que, luego se apartaron de él los que le habían de atormentar; y aun el tribuno también tuvo temor, entendido que era romano, por haberle atado
30
Y al día siguiente, queriendo saber de cierto la causa por qué era acusado de los judíos, le soltó de las prisiones, y mandó venir a los príncipes de los sacerdotes, y a todo su concilio; y sacando a Pablo, le presentó delante de ellos