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Cuando Silas y Timoteo descendieron de Macedonia, Pablo se dedicaba por completo a la predicación de la palabra, testificando solemnemente a los judíos que Jesús era el Cristo.
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Pero cuando ellos se le opusieron y blasfemaron, él sacudió sus ropas y les dijo: Vuestra sangre sea sobre vuestras cabezas; yo soy limpio; desde ahora me iré a los gentiles.
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Y partiendo de allí, se fue a la casa de un hombre llamado Ticio Justo, que adoraba a Dios, cuya casa estaba junto a la sinagoga.
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Y Crispo, el oficial de la sinagoga, creyó en el Señor con toda su casa, y muchos de los corintios, al oír, creían y eran bautizados.
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Y por medio de una visión durante la noche, el Señor dijo a Pablo: No temas, sigue hablando y no calles;
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porque yo estoy contigo, y nadie te atacará para hacerte daño, porque yo tengo mucho pueblo en esta ciudad.
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Y se quedó allí un año y seis meses, enseñando la palabra de Dios entre ellos.
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Pero siendo Galión procónsul de Acaya, los judíos se levantaron a una contra Pablo y lo trajeron ante el tribunal,
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diciendo: Este persuade a los hombres a que adoren a Dios en forma contraria a la ley.
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Y cuando Pablo iba a hablar, Galión dijo a los judíos: Si fuera cuestión de una injusticia o de un crimen depravado, oh judíos, yo os toleraría, como sería razonable.
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Pero si son cuestiones de palabras y nombres, y de vuestra propia ley, allá vosotros; no estoy dispuesto a ser juez de estas cosas.
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Y los echó del tribunal.
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Entonces todos ellos le echaron mano a Sóstenes, el oficial de la sinagoga, y lo golpeaban frente al tribunal, pero Galión no hacía caso de nada de esto. tercero
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Y Pablo, después de quedarse muchos días más, se despidió de los hermanos y se embarcó hacia Siria, y con él iban Priscila y Aquila. Y en Cencrea se hizo cortar el cabello, porque tenía hecho un voto.
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Llegaron a Efeso y los dejó allí. Y entrando él a la sinagoga, discutía con los judíos.
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Cuando le rogaron que se quedara más tiempo, no consintió,
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sino que se despidió de ellos, diciendo: Volveré a vosotros otra vez, si Dios quiere. Y zarpó de Efeso.
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Al desembarcar en Cesarea, subió a Jerusalén para saludar a la iglesia, y luego descendió a Antioquía.
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Y después de pasar allí algún tiempo, salió, recorriendo por orden la región de Galacia y de Frigia, fortaleciendo a todos los discípulos.
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Llegó entonces a Efeso un judío que se llamaba Apolos, natural de Alejandría, hombre elocuente, y que era poderoso en las Escrituras.
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Este había sido instruido en el camino del Señor, y siendo ferviente de espíritu, hablaba y enseñaba con exactitud las cosas referentes a Jesús, aunque sólo conocía el bautismo de Juan.
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Y comenzó a hablar con denuedo en la sinagoga. Pero cuando Priscila y Aquila lo oyeron, lo llevaron aparte y le explicaron con mayor exactitud el camino de Dios.
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Cuando él quiso pasar a Acaya, los hermanos lo animaron, y escribieron a los discípulos que lo recibieran; y cuando llegó, ayudó mucho a los que por la gracia habían creído,
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porque refutaba vigorosamente en público a los judíos, demostrando por las Escrituras que Jesús era el Cristo.