29
Entonces él pidió luz y se precipitó adentro, y temblando, se postró ante Pablo y Silas,
30
y después de sacarlos, dijo: Señores, ¿qué debo hacer para ser salvo?
31
Ellos respondieron: Cree en el Señor Jesús, y serás salvo, tú y toda tu casa.
32
Y le hablaron la palabra del Señor a él y a todos los que estaban en su casa.
33
Y él los tomó en aquella misma hora de la noche, y les lavó las heridas; enseguida fue bautizado, él y todos los suyos.
34
Llevándolos a su hogar, les dio de comer, y se regocijó grandemente por haber creído en Dios con todos los suyos.
35
Cuando se hizo de día, los magistrados superiores enviaron a sus oficiales, diciendo: Suelta a esos hombres.
36
El carcelero comunicó a Pablo estas palabras, diciendo: Los magistrados superiores han dado orden de que se os suelte. Así que, salid ahora e id en paz.
37
Mas Pablo les dijo: Aunque somos ciudadanos romanos, nos han azotado públicamente sin hacernos juicio y nos han echado a la cárcel; ¿y ahora nos sueltan en secreto? ¡De ninguna manera! Que ellos mismos vengan a sacarnos.
38
Y los oficiales informaron esto a los magistrados superiores, y al saber que eran romanos, tuvieron temor.
39
Entonces vinieron, y les suplicaron, y después de sacarlos, les rogaban que salieran de la ciudad.
40
Cuando salieron de la cárcel, fueron a casa de Lidia, y al ver a los hermanos, los consolaron y partieron.