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y enviaron esta carta con ellos: Los apóstoles, y los hermanos que son ancianos, a los hermanos en Antioquía, Siria y Cilicia que son de los gentiles, saludos.
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Puesto que hemos oído que algunos de entre nosotros, a quienes no autorizamos, os han inquietado con sus palabras, perturbando vuestras almas,
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nos pareció bien, habiendo llegado a un común acuerdo, escoger algunos hombres para enviarlos a vosotros con nuestros amados Bernabé y Pablo,
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hombres que han arriesgado su vida por el nombre de nuestro Señor Jesucristo.
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Por tanto, hemos enviado a Judas y a Silas, quienes también os informarán las mismas cosas verbalmente.
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Porque pareció bien al Espíritu Santo y a nosotros no imponeros mayor carga que estas cosas esenciales:
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que os abstengáis de cosas sacrificadas a los ídolos, de sangre, de lo estrangulado y de fornicación. Si os guardáis de tales cosas, bien haréis. Pasadlo bien.
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Así que ellos, después de ser despedidos, descendieron a Antioquía; y reuniendo a la congregación, entregaron la carta;
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y cuando la leyeron, se regocijaron por el consuelo que les impartía.
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Siendo Judas y Silas también profetas, exhortaron y confortaron a los hermanos con un largo mensaje.
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Y después de pasar allí algún tiempo, fueron despedidos en paz por los hermanos para volver a aquellos que los habían enviado.
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Pero a Silas le pareció bien quedarse allí.