8
Y el ángel le dijo: Vístete y ponte las sandalias. Y así lo hizo. Y le dijo<***> el ángel: Envuélvete en tu manto y sígueme.
9
Y saliendo, lo seguía, y no sabía que lo que hacía el ángel era de verdad, sino que creía ver una visión.
10
Cuando habían pasado la primera y la segunda guardia, llegaron a la puerta de hierro que conduce a la ciudad, la cual se les abrió por sí misma; y salieron y siguieron por una calle, y enseguida el ángel se apartó de él.
11
Cuando Pedro volvió en sí, dijo: Ahora sé en verdad que el Señor ha enviado a su ángel, y me ha rescatado de la mano de Herodes y de todo lo que esperaba el pueblo de los judíos.
12
Al darse cuenta de esto, fue a la casa de María, la madre de Juan, llamado también Marcos, donde muchos estaban reunidos y oraban.
13
Y cuando llamó a la puerta de la entrada, una sirvienta llamada Rode salió a ver quién era.
14
Al reconocer la voz de Pedro, de alegría no abrió la puerta, sino que corrió adentro y anunció que Pedro estaba a la puerta.
15
Y ellos le dijeron: ¡Estás loca! Pero ella insistía en que así era. Y ellos decían: Es su ángel.
16
Mas Pedro continuaba llamando; y cuando ellos abrieron, lo vieron y se asombraron.
17
Y haciéndoles señal con la mano para que guardaran silencio, les contó cómo el Señor lo había sacado de la cárcel. Y les dijo: Informad de estas cosas a Jacobo y a los hermanos. Entonces salió, y se fue a otro lugar.
18
Cuando se hizo de día, hubo un alboroto no pequeño entre los soldados sobre qué habría sido de Pedro.