2
En estos porstreros días nos ha hablado por el Hijo, al cual constituyó heredero de todo, por el cual asimismo hizo el universo:
3
El cual siendo el resplandor de su gloria, y la misma imagen de su sustancia, y sustentando todas las cosas con la palabra de su potencia, habiendo hecho la purgación de nuestros pecados por sí mismo, se sentó á la diestra de la Majestad en las alturas,
4
Hecho tanto más excelente que los ángeles, cuanto alcanzó por herencia más excelente nombre que ellos.
5
Porque ¿á cuál de los ángeles dijo Dios jamás: Mi hijo eres tú, Hoy yo te he engendrado? Y otra vez: Yo seré á él Padre, Y él me será á mí hijo?
6
Y otra vez, cuando introduce al Primogénito en la tierra, dice: Y adórenle todos los ángeles de Dios.
7
Y ciertamente de los ángeles dice: El que hace á sus ángeles espíritus, Y á sus ministros llama de fuego.
8
Mas al hijo: Tu trono, oh Dios, por el siglo del siglo; Vara de equidad la vara de tu reino;
9
Has amado la justicia, y aborrecido la maldad; Por lo cual te ungió Dios, el Dios tuyo, Con óleo de alegría más que á tus compañeros.
10
Y: Tú, oh Señor, en el principio fundaste la tierra; Y los cielos son obras de tus manos:
11
Ellos perecerán, mas tú eres permanente; Y todos ellos se envejecerán como una vestidura;
12
Y como un vestido los envolverás, y serán mudados; Empero tú eres el mismo, Y tus años no acabarán.
13
Pues, ¿á cuál de los ángeles dijo jamás: Siéntate á mi diestra, Hasta que ponga á tus enemigos por estrado de tus pies?
14
¿No son todos espíritus administradores, enviados para servicio á favor de los que serán herederos de salud?