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Dios se acordó entonces de Noé y de todos los animales salvajes y domésticos que estaban con él en el arca. Hizo que soplara un fuerte viento sobre la tierra, y las aguas comenzaron a bajar.
2
Se cerraron las fuentes del mar profundo y las compuertas del cielo, y dejó de llover.
3
Poco a poco las aguas se fueron retirando de la tierra. Al cabo de ciento cincuenta días las aguas habían disminuido.
4
El día diecisiete del mes séptimo el arca se detuvo sobre las montañas de Ararat,
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y las aguas siguieron bajando hasta que el primer día del mes décimo pudieron verse las cimas de las montañas.
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Después de cuarenta días, Noé abrió la ventana del arca que había hecho
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y soltó un cuervo, el cual estuvo volando de un lado a otro, esperando a que se secara la tierra.
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Luego soltó una paloma, para ver si las aguas que cubrían la tierra ya se habían retirado.
9
Pero la paloma no encontró un lugar donde posarse, y volvió al arca porque las aguas aún cubrían la tierra. Noé extendió la mano, tomó la paloma y la metió consigo en el arca.
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Esperó siete días más y volvió a soltar la paloma fuera del arca.