6
Y José era el que mandaba en aquella tierra; él era quien vendía a todo el pueblo de la tierra. Y llegaron los hermanos de José y se postraron ante él rostro en tierra.
7
Cuando José vio a sus hermanos, los reconoció, pero fingió no conocerlos y les habló duramente. Y les dijo: ¿De dónde habéis venido? Y ellos dijeron: De la tierra de Canaán para comprar alimentos.
8
José había reconocido a sus hermanos, aunque ellos no lo habían reconocido.
9
José se acordó de los sueños que había tenido acerca de ellos, y les dijo: Sois espías; habéis venido para ver las partes indefensas de nuestra tierra.
10
Entonces ellos le dijeron: No, señor mío, sino que tus siervos han venido para comprar alimentos.
11
Todos nosotros somos hijos de un mismo padre; somos hombres honrados, tus siervos no son espías.
12
Pero él les dijo: No, sino que habéis venido para ver las partes indefensas de nuestra tierra.
13
Mas ellos dijeron: Tus siervos son doce hermanos, hijos del mismo padre en la tierra de Canaán; y he aquí, el menor está hoy con nuestro padre, y el otro ya no existe.
14
Y José les dijo: Es tal como os dije: sois espías.
15
En esto seréis probados; por vida de Faraón que no saldréis de este lugar a menos que vuestro hermano menor venga aquí.
16
Enviad a uno de vosotros y que traiga a vuestro hermano, mientras vosotros quedáis presos, para que sean probadas vuestras palabras, a ver si hay verdad en vosotros. Y si no, ¡por vida de Faraón!, ciertamente sois espías.
17
Y los puso a todos juntos bajo custodia por tres días.
18
Y José les dijo al tercer día: Haced esto y viviréis, pues yo temo a Dios:
19
si sois hombres honrados, que uno de vuestros hermanos quede encarcelado en vuestra prisión; y el resto de vosotros, id, llevad grano para el hambre de vuestras casas;
20
y traedme a vuestro hermano menor, para que vuestras palabras sean verificadas, y no moriréis. Y así lo hicieron.
21
Entonces se dijeron el uno al otro: Verdaderamente somos culpables en cuanto a nuestro hermano, porque vimos la angustia de su alma cuando nos rogaba, y no lo escuchamos, por eso ha venido sobre nosotros esta angustia.
22
Y Rubén les respondió, diciendo: ¿No os dije yo: "No pequéis contra el muchacho" y no me escuchasteis? Ahora hay que rendir cuentas por su sangre.
23
Ellos, sin embargo, no sabían que José los entendía, porque había un intérprete entre él y ellos.
24
Y se apartó José de su lado y lloró. Y cuando volvió a ellos y les habló, tomó de entre ellos a Simeón, y lo ató a la vista de sus hermanos.
25
José mandó que les llenaran sus vasijas de grano y que devolvieran el dinero a cada uno poniéndolo en su saco, y que les dieran provisiones para el camino. Y así se hizo con ellos.
26
Ellos, pues, cargaron el grano sobre sus asnos, y partieron de allí.