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Y vino a ellos José por la mañana, y los miró, y he aquí que estaban tristes.
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Y él preguntó a aquellos oficiales del Faraón, que estaban con él en la cárcel de la casa de su señor, diciendo: ¿Por qué parecen hoy mal vuestros rostros?
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Y ellos le dijeron: Hemos tenido un sueño, y no hay quién lo declare. Entonces les dijo José: ¿No son de Dios las declaraciones? Contádmelo ahora.
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Entonces el principal de los maestresalas contó su sueño a José, y le dijo: Yo soñaba que veía una vid delante de mí,
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y en la vid tres sarmientos; y ella como que florecía, salía su renuevo, maduraron sus racimos de uvas;
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y que el vaso de Faraón estaba en mi mano, y que yo tomaba las uvas, y las exprimía en el vaso del Faraón, y daba el vaso en la mano del Faraón.
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Y le dijo José: Esta es su declaración: Los tres sarmientos son tres días;
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al cabo de tres días el Faraón levantará tu cabeza, y te hará volver a tu asiento; y darás el vaso al Faraón en su mano, como solías cuando eras su maestresala.
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Por tanto te acordarás de mí dentro de ti cuando tuvieres bien, y te ruego que hagas conmigo misericordia, que hagas mención de mí al Faraón, y me saques de esta casa;
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porque he sido hurtado de la tierra de los hebreos; y tampoco he hecho aquí porqué me hubiesen de poner en la cárcel.
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Y viendo el principal de los panaderos que había declarado para bien, dijo a José: También yo soñaba que veía tres canastillos blancos sobre mi cabeza;