1
Jacob continuó su viaje y llegó a la tierra de los orientales.
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Al llegar vio, en medio del campo, un pozo donde descansaban tres rebaños de ovejas, ya que estas bebían agua de allí. Sobre la boca del pozo había una piedra muy grande.
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Por eso los pastores corrían la piedra solo cuando estaban juntos todos los rebaños, y luego de abrevar a las ovejas volvían a colocarla en su lugar, sobre la boca del pozo.
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Jacob les preguntó a los pastores:—¿De dónde son ustedes?—Somos de Jarán —respondieron.
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—¿Conocen a Labán, el hijo de Najor? —volvió a preguntar Jacob.—Claro que sí —respondieron.
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Jacob siguió preguntando:—¿Se encuentra bien de salud?—Sí, está bien —le contestaron—. A propósito, ahí viene su hija Raquel con las ovejas.
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Entonces Jacob les dijo:—Todavía estamos en pleno día, y es muy temprano para encerrar el rebaño. ¿Por qué no les dan de beber a las ovejas y las llevan a pastar?
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Y ellos respondieron:—No podemos hacerlo hasta que se junten todos los rebaños y los pastores quiten la piedra que está sobre la boca del pozo. Solo entonces podremos dar de beber a las ovejas.
9
Todavía estaba Jacob hablando con ellos, cuando Raquel llegó con las ovejas de su padre, pues era ella quien las cuidaba.
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En cuanto Jacob vio a Raquel, hija de su tío Labán, con las ovejas de este, se acercó y quitó la piedra que estaba sobre la boca del pozo, y les dio de beber a las ovejas.
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Luego besó a Raquel, rompió en llanto,
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y le contó que era pariente de Labán, por ser hijo de su hermana Rebeca. Raquel salió entonces corriendo a contárselo a su padre.
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Al oír Labán las noticias acerca de su sobrino Jacob, salió a recibirlo y, entre abrazos y besos, lo llevó a su casa. Allí Jacob le contó todo lo que había sucedido,